Lo que habrá de encontrar el relator de la ONU para la independencia de la justicia es que la situación de la justicia en Colombia es muy grave y que no es independiente. Más aun, se deberá reconocer que su estado es tan deplorable como el de la justicia venezolana, pero con una diferencia, allá la justicia esta al servicio del gobierno para aplastar a la oposición; acá está al servicio de la oposición para aplastar al gobierno. No existe ninguna diferencia entre Manuel Rosales y Carlos García Orjuela, ambos son víctimas de unas justicias politizadas que son implacables a la hora de aplastar al enemigo político y no conocen ningún límite ético ni moral. El gran drama de nuestro país es tener siempre que acudir a la ilegalidad para eliminar al contrario, en vez de hacer la oposición y abordar las diferencias por las vías democráticas. Ayer se utilizaba el magnicidio para eliminar movimientos políticos, hoy aparecen unos impostores togados, deshonrando la majestad de la justicia, que encarcelan sin pruebas e intimidan a aquellos congresistas que no votan en el sentido de sus designios. Luego de que la Corte Suprema abriera investigación preliminar contra 80 representantes por votar el referendo, instaurando así el delito de opinión en nuestro país, ya nadie duda de que perdió su rumbo constitucional y que está dedicada a perseguir al gobierno.
Pero lo peor de esa oposición visceral que está ejerciendo parte del poder judicial, es el drama de sus víctimas, los falsos positivos judiciales. De ellos no nos podemos olvidar, con ellos debemos tener toda nuestra solidaridad, así como la tenemos con los secuestrados, no importa si comulgamos con sus ideas o no, es un deber de todo demócrata exigir su libertad. No podemos olvidar que el senador Carlos García sigue en la cárcel por supuestos vínculos con paramilitares, sin que exista una sola prueba en su contra, más que las declaraciones contradictorias de unos bandidos seducidos con dádivas por la Corte de marras.
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